Una vez que San Juan Pablo II estaba de tertulia con un grupo de niños, haciéndole preguntas, uno de ellos le preguntó:
“¿Qué piensas cuando apoyas la cabeza en la Cruz?”
El Papa se sonrió y le dijo:
“Siempre que me apoyo sobre la Cruz, que lo hago muchas veces, le digo: “Que muera Wojtyla y viva Cristo”.
Una forma de estar vigilantes, como nos pide el Evangelio, es imitar al Papa en esta petición, que muramos al hombre viejo y viva en nosotros Cristo mismo. Así podremos ser testigos y misioneros del Evangelio.