Desde el profundo azul de tu mirada,
se desbordaba el cielo, en llamaradas
de amor y paz, que el Señor sembró en tus manos,
siembra, que con tu vida derramaste
con la fuerza universal de los océanos.
La fervorosa juventud te aclamaba
dándote su corazón como estandarte de fe,
peregrinando sobre las huellas de tus pasos,
profundas huellas bendecidas con tu sangre.
El egoísmo del mundo que tanto amabas,
venció tu paternal y augusta espalda.
Siempre delante de ti la Cruz Sagrada,
proclamando el Evangelio con tu Cruz y tu Rosario
y esa gran sabiduría que fluía de tus palabras,
dando con ellas el alma que de a poco se elevaba,
hacia ese mágico azul que se llevó tu mirada.
Fuiste un gran hombre, un justo, fuiste Santo en mi morada
tan llena de indiferencia, de soberbia y de pecados.
Haz que esa bella luz que desde el cielo irradias
alumbre la ceguera del caído en tu rebaño.
Haznos escuchar tu voz, llámanos tú Padre Santo,
no permitas que nos falte ese amor que derramabas.
Apóstol peregrino de los caminos de Dios;
amabas pobres y ricos, pecadores como justos;
tu bondad fue testimonio de inolvidable perdón,
como aquél perdón de Cristo perdonando a su verdugo.
Ya te ganaste en la tierra tu gloriosa santidad;
eres remanso, eres vida, por toda la eternidad.
Fuiste soldado del cielo cumpliendo tu gran misión,
a nuestra Madre llevabas muy dentro del corazón;
Fue tu Reina, la elegida de tu más bella oración.
¡Amadísimo discípulo de Cristo Juan Pablo II
ruega por nosotros, ruega por el mundo!
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Mary Deliberto de De Aurelli
Junín – Mendoza - Argentina
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