Polaca de nacimiento y monja de devoción, Faustina tuvo
otras tantas revelaciones entre las que destacan la Guerra Mundial y su propia
muerte.
Múltiples teorías y teóricos nos han hablado del fin del
mundo a lo largo de los años. La Biblia nos invita además, a reflexionar sobre
ello y en base a sus textos se ha escrito muchísimo sobre el fin de los días.
Una de esas personalidades que tomaron protagonismo en la imposición de la
fecha de caducidad del universo fue Sor Faustina Kowalska.
Faustina nació en 1905 en Glogowice, una localidad cerca
de Lodz, en Polonia. Allí creció en un entorno católico y recibió durante sus
primeros pasos en el mundo una gran educación cristiana. A los 20 años,
ingresaba en la Congregación de las Hermanas de la Caridad de la Madre de Dios:
las Magdalenas.
Estas monjas se dedicaban a la formación moral de las
jovencitas necesitadas de ávidos consejos de vida. Seis años más tarde de
ingresar en la Congregación, en 1931, Sor Faustina aseguró ver a Cristo. No
verlo en sueños, no que le hablase y le mostrase el camino. No. Ella asegura
haberlo visto físicamente, cerca de Cracovia.
Se le apareció y frente a ella levantó una mano en señal
de bendición y otra la postró en su pecho. Faustina cuenta así lo que ocurrió
en ese instante “De su manto brotaban dos rayos de luz: el uno rojo y el otro
blanco. Él me dijo: estos dos rayos de luz representan la sangre y el agua que
brotaron de mi corazón al ser herido por la lanza del soldado en la cruz. El
rayo rojo significa la sangre y el blanco el agua. Debes mandar pintar una
imagen mía así como la estás viendo ahora, y que lleve esta inscripción:
“JESÚS, YO CONFÍO EN TÍ”. “Deseo que esta imagen sea venerada en todas partes, y
prometo que a quienes veneren mi imagen y confíen en mí, les concederé gracias
y favores mucho más grandes de los que me pidan. Y los asistiré en el momento
de su muerte”.
Sor Faustina fue recogida en el seno de la Congregación
entre vítores de admiración. Había visto a Jesucristo.
Ocho años antes de la última guerra mundial, cuentan que
predijo lo que ocurriría. También el bombardeo a Varsovia y algo que inquietó a
muchos: la fecha de su propia muerte. Día, motivo (tuberculosis) y año exacto.
Y así fue.
Pero antes de morir, cumplió con el encargo de Dios
pintando la obra que le ordenó. Así nacía la devoción a la Divina Misericordia
que, un cardenal polaco bien considerado en la iglesia y que por aquél entonces
ocupaba el puesto de arzobispo de Cracovia, dio luz verde a esta práctica
prohibida durante 19 años. Seis meses después llegaría a Sumo Pontífice bajo el
nombre de Juan Pablo II.
Fue entonces cuando Sor Faustina tuvo una nueva
revelación que dejó plasmada en sus escritos: “Esta mirada que aparece en mi
rostro es la misma que desde la cruz dirigí en favor de los pecadores. Dile a
los pecadores que si acuden a mi Misericordia, entonces por más grandes que
sean sus pecados, en vez de castigarles, les concederé mi perdón. Que recurran
a mi Misericordia y me supliquen perdón, antes de que les llegue mi justicia.
Antes de venir como juez, abro de par en par las puertas de mi Misericordia.
Solamente quienes no quieran acudir a mi Misericordia tendrán que recibir todo
el peso de mi justicia. Precediendo el día de la justicia, hará una señal en el
cielo a todos los hombres. Toda luz será apagada en el firmamento y en la
Tierra. Entonces aparecerá venida del Cielo la señal de la Cruz, de cada una de
mis llagas de las manos y de los pies saldrán luces que iluminarán la Tierra
por un momento. Quiero a Polonia de una manera especial. Si es fiel y dócil a
mi voluntad, la elevaré en poder y santidad. De allí, de Polonia, saltará la
chispa que preparará al mundo a mi última venida”.
Con esto Sor Faustina apunta a Juan Pablo II como el Papa
previo al fin de los días coincidiendo con aquellas profecías de la Virgen en
las apariciones de Umbe y Garabandal, cuando decía que Juan Pablo II era el
último Papa previo al fin de los tiempos.
En no muchas ocasiones Jesús se manifiesta y muestra un
aspecto como la Misericordia. Sólo el tiempo nos dirá si con Benedicto XVI
llegó la última venida y el fin de los días.
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