El próximo santo Juan Pablo II dejó una importante
enseñanza social, como hemos señalado en otras ocasiones. Me interesa ahora
notar un aspecto de dicha enseñanza: su conexión con los hechos de su tiempo,
de los cuales la reciente historia da cuenta y que marcan un cambio muy
importante en la vida de las sociedades, los pueblos y la comunidad
internacional.
En la encíclica "Centessimus
annus" el papa no solamente explicó los principios doctrinales que no
debían ser olvidados, ni recordó simplemente el centésimo aniversario de la "Rerum novarum" de León XIII,
sino que ofreció una explicación relativa a los acontecimientos que habían
conmovido al mundo y que algunos de nosotros podemos recordar muy bien. Tal
explicación puede hacer ver que la doctrina social no es una
"especulación" sino que se refiere a las cosas reales de la historia
humana, en medio de las cuales se desenvuelve la vida de cada uno.
Según el Pontífice, los acontecimientos de 1989 en los
países de Europa central y oriental eran la culminación de un fenómeno que
abarcaba "un arco de tiempo y un horizonte geográfico más amplios".
En efecto, el Papa notaba que en los años ochenta habían caído en América
Latina, África y Asia, varios regímenes dictatoriales. Comenzaba un camino de
transición difícil hacia formas políticas más participativas y notaba la
aportación que la Iglesia había tenido para estos cambios.
Los factores que originaron la crisis de donde surgieron
estos cambios, explicaba, eran en primer lugar la violación de los derechos del
trabajador en sistemas que pretendían encarnar la dictadura del proletariado
ante la cual hubo una respuesta pacífica; en segundo lugar, vinculado al
primero, la ineficiencia del sistema económico; en tercer lugar, como causa más
profunda, el vacío espiritual provocado por el ateísmo.
Juan Pablo II veía los cambios con optimismo: "Los acontecimientos del año 1989
ofrecen un ejemplo de éxito de la voluntad de negociación y del espíritu
evangélico contra un adversario decidido a no dejarse condicionar por
principios morales: son una amonestación para cuantos, en nombre del realismo
político, quieren eliminar del ruedo de la política el derecho y la moral.
Ciertamente la lucha que ha desembocado en los cambios del 1989 ha exigido
lucidez, moderación, sufrimientos y sacrificios; en cierto sentido, ha nacido
de la oración y hubiera sido impensable sin una ilimitada confianza en Dios,
Señor de la historia, que tiene en sus manos el corazón de los hombres".
Pero el optimismo no era ingenuidad, porque veía también
los peligros de la nueva situación. En particular pensaba que se abría un vasto
campo de acción y de lucha por la justicia y contra un sistema económico en el
que se propone el predominio absoluto del capital sobre la libre subjetividad
del trabajo del hombre.
Muchos otros aspectos importantes señaló el beato Juan
Pablo II. Ya que nos acercamos a su canonización, busquemos responder a los
graves problemas que afectan a la humanidad y a nuestro país sin olvidar los
principios fundamentales.
Pedro Miguel Funes Díaz
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