El miércoles de ceniza se abre una estación espiritual
particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente
para la preparación del misterio pascual, o sea, el recuerdo de la Pasión,
Muerte y Resurrección del Señor.
Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por
el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "matanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo
es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición
de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos
y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a
todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable
caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.
La sugestiva ceremonia de la Ceniza eleva nuestras mentes
a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega
de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios,
valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una
valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que
estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa
y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure
dentro de nosotros y triunfe su justicia.
Sinónimo de "conversión" es así mismo la
palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad.
Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de
Cristo.
Beato Juan Pablo
II
Miércoles de Ceniza 1983
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