Míranos con bondad y guía nuestra existencia con tu
providencia, llena de sabiduría y amor.
Reanima en nosotros, Señor, la luz de la fe para que
aceptemos el misterio de este intenso dolor y para que creamos que tu amor es
más fuerte que la muerte.
Mira Señor con bondad la aflicción de quienes lloran la
muerte de personas queridas: hijas, padres, hermanos, parientes, amigos.
Que sientan la presencia de cristo que consoló a la viuda
de Naím y a las hermanas de Lázaro, pues Él es la resurrección y la vida.
Que encuentren el consuelo del Espíritu, la riqueza de tu
amor y la esperanza de tu providencia, que abre senderos de renovación espiritual
y asegura a quienes le aman, un futuro mejor.
Ayúdanos a comprender, en este misterio del dolor, que
somos peregrinos en la tierra, que debemos estar siempre preparados, porque la
muerte puede llegar imprevistamente.
Recuérdanos que debemos sembrar en la tierra lo que
recogeremos multiplicado en la gloria, para que vivamos mirándote siempre a ti.
Padre y juez de vivos y muertos, que al final nos
juzgarás con amor. Te damos gracias, Padre, porque en la fe el dolor nos acerca
más a ti y en él crece la fraternidad y la solidaridad de todos los que abren
su corazón al prójimo necesitado. Amén.
San Juan Pablo II
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