«Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une
con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra
los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos
jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para Ti el último
beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu
suave nombre, oh Reina del Rosario de Pompeya, oh Madre nuestra querida, oh
Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas
bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el Cielo». ( San Juan
Pablo II: "Rosarium Virginis Mariae", 43)
El Papa Francisco se hizo devoto del Santo Rosario junto
a San Juan Pablo II
El testimonio le fue descrito de puño y letra por el
entonces Cardenal Bergoglio a la periodista Stefania Falasca, quien escribió al
respecto estas líneas en el diario Avvenire de Italia.
"Cuando Juan Pablo II murió, el 2 de abril de 2005,
toda la Iglesia y el mundo entero le rindió homenaje. Su enseñanza y su persona
habían dejado una huella profunda e indeleble para siempre. Una avalancha de
comentarios, conmemoraciones, análisis, destacaron el valor histórico y
eclesial del largo pontificado de Wojtyla.
Fue entonces que Giulio Andreotti, director de la revista
"30Giorni", para la que escribía entonces, tuvo la idea de invitarme
a producir una breve memoria del Papa polaco pidiendo testimonio a los
cardenales que llegaban a la ciudad para participar en el Cónclave. Así entonces
tomé contacto con el cardenal Jorge Mario Bergoglio, quien todavía estaba en
Buenos Aires. Presenté la solicitud y cuando estuvo en Roma me dio una página
escrita a mano y me dijo que la había compilado en el avión. El testimonio eran
sólo unas pocas líneas, pero muy elocuente. El arzobispo argentino no paró de
valorar el pontificado que acababa de terminar. Pero el breve texto entrelazaba
todo con una historia más íntima, totalmente espiritual y comenzaba recordando
una noche romana de años pasados…"
Cita del texto del Cardenal Bergoglio
"Si no
recuerdo mal, era 1985. Una noche fui a rezar el Santo Rosario que dirigía el
Santo Padre. Estaba delante de todos, de rodillas. El grupo era grande, veía al
Santo Padre por la espalda y, poco a poco, me sumergí en la oración. No estaba
solo. Oraba entre el pueblo de Dios al que yo pertenecía, y todos los que
estaban allí, dirigidos por nuestro Pastor.
En el medio de la
oración, me distraje, mirando la figura del Papa: su piedad, su devoción, ¡eran
todo un testimonio! Y el tiempo se desvaneció, y empecé a imaginar el joven
sacerdote, seminarista, el poeta, el trabajador, el niño de Wadowice... en la
misma posición en que estaba en ese momento, orando Ave María tras Ave María.
Su testimonio me impactó. Sentí que este hombre, elegido para dirigir la
Iglesia, había recorrido un camino de regreso hasta su Madre del Cielo, un
proceso iniciado desde su infancia. Y allí me di cuenta de la densidad que
tenían las palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego: "No temas,
¿no soy acaso tu madre?" Comprendí así la presencia de María en la vida
del Papa, que no dejó de testimoniar ni un instante. Desde entonces recito
todos los días los quince misterios del Rosario".
En el punto 17 de la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae",
San Juan Pablo II, expresa que "La
Virgen del Rosario continúa su obra de anunciar a Cristo". El siguiente es el texto completo de dicho
punto:
"...El Rosario
es también un itinerario de anuncio y de profundización, en el que el misterio
de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la
experiencia cristiana. Es una presentación orante y contemplativa, que trata de
modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Efectivamente, si en el rezo
del Rosario se valoran adecuadamente todos sus elementos para una meditación
eficaz, se da, especialmente en la celebración comunitaria en las parroquias y
los santuarios, una significativa oportunidad catequética que los Pastores
deben saber aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su
obra de anunciar a Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración ha
sido utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento difícil para la
Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos ante nuevos desafíos.
¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del rosario con la fe de
quienes nos han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un
recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador..."
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