Jesús, principio y perfección del hombre nuevo, convierte
nuestros corazones a Ti, para que, abandonando las sendas del error, caminemos
tras tus huellas por el sendero que conduce a la vida. Haz que, fieles a las
promesas del Bautismo, vivamos con coherencia nuestra fe, dando testimonio
constante de tu palabra, para que en la familia y en la sociedad resplandezca
la luz vivificante del Evangelio.
¡Gloria y alabanza a Ti, oh Cristo, ahora y por siempre!
Jesús, fuerza y sabiduría de Dios, enciende en nosotros
el amor a la divina Escritura, donde resuena la voz del Padre, que ilumina e
inflama, alimenta y consuela. Tú, Palabra del Dios vivo, renueva en la Iglesia
el ardor misionero, para que todos los pueblos lleguen a conocerte, verdadero
Hijo de Dios y verdadero Hijo del hombre, único Mediador entra el hombre y
Dios.
¡Gloria y alabanza a Ti, oh Cristo, ahora y por siempre!
Jesús, fuente de unidad y de paz, fortalece la comunión
en tu Iglesia, da vigor al movimiento ecuménico, para que con la fuerza de tu
Espíritu, todos tus discípulos sean uno. Tú que nos has dado como norma de vida
el mandamiento nuevo del amor, haznos constructores de un mundo solidario,
donde la guerra sea vencida por la paz, la cultura de la muerte por el
compromiso en favor de la vida.
¡Gloria y alabanza a Ti, oh Cristo, ahora y por siempre!
Jesús, Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad,
luz que ilumina a todo hombre, da a quien te busca con corazón sincero la
abundancia de tu vida. A Ti, Redentor del hombre, principio y fin del tiempo y
del cosmos, al Padre, fuente inagotable de todo bien, y al Espíritu Santo,
sello del infinito amor, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
San Juan Pablo II
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