«El reino escatológico de Cristo y de Dios (cf Col 1,
13) llegará a su cumplimiento cuando el Señor sea todo en todos, después de
haber aniquilado el dominio de Satanás, del pecado y de la muerte.
Sin embargo, el reino de Dios ya está presente “en
misterio” dentro de la historia, y actúa en los que lo reciben. Está presente
en la realidad de la Iglesia, que es sacramento de salvación y, a la vez,
misterio cuyos confines solo conoce la misericordia del Padre que quiere salvar
a todos. “La Iglesia llega, en cierto modo, tan lejos como la oración:
dondequiera que haya un hombre que ora” (Audiencia general 14-3-1979]. La
santidad de la Iglesia de aquí abajo es prefiguración de la futura plenitud del
reino.
Las espléndidas expresiones de la Carta a los
Colosenses, a propósito de este reino (Col 1, 13), se refieren a todos los
cristianos, pero en particular a María, preservada totalmente de la opresión
del mal: “Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al
reino del Hijo de su amor”. Con Cristo el reino de Dios ha irrumpido en la
historia, y todos los que lo han acogido se han hecho partícipes de él: “A
cuantos lo recibieron, les da el poder para ser hijos de Dios, si creen en su
nombre” (Jn 1, 12).
María, Madre de Cristo y discípula fiel de la Palabra,
entró en plenitud en el reino. Toda su existencia de criatura amada por el
Señor (kejaritoméne) y animada por el Espíritu, es testimonio concreto y
preludio de las realidades escatológicas».
San Juan Pablo II
Ángelus 20-11-1983
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