miércoles, 9 de octubre de 2019

Juan Pablo II, María y el Santo Rosario

Es conocida la devoción mariana de Juan Pablo II. La figura de María tenía que estar fuertemente presente en el magisterio de un Papa que, como Juan Pablo II, ha querido llevar en su escudo papal no sólo el anagrama de María, sino las palabras “Totus tuus” (Todo tuyo), que sintetizan el núcleo fundamental de su consagración personal mariana, hecha mucho antes de su pontificado y renovada ante la imagen de la Virgen de Czestochowa en su primer viaje como Papa a Polonia.

Proclamó en 1987, un Año Mariano, como pórtico al gran Jubileo conmemorativo de los 2.000 años del nacimiento de Jesús. Pensó que había que recordar igualmente, unos años antes del segundo milenio, el nacimiento de su Madre.

Luego, nunca dejó pasar una ocasión para hablar de María. Le dedicó la encíclica “Redemptoris Mater” (25 de marzo de 1987) donde exalta a María en su función de co-redentora: María nueva Eva, asociada a Jesús, el nuevo Adán, en su obra salvadora, tema al que el Papa hace referencia tres veces a lo largo de su gran documento mariano. Si junto al primer Adán existió una figura de mujer, Eva, que cooperó en la obra de nuestra ruina en cuanto que, tras un diálogo con el demonio, su desobediencia trajo ruina y muerte al mundo, existe una figura señera de mujer que, en la plenitud de los tiempos, dialogó con el ángel Gabriel, y obedeciendo a Dios trajo al mundo al Salvador y, con Él, la salvación.

El atentado contra su vida el 13 de mayo de 1981 en la plaza San Pedro, significó que salvara milagrosamente su vida, cosa que Juan Pablo II atribuyó a la intervención prodigiosa de la Virgen de Fátima a la que un año después entregó la bala extraída de su cuerpo y que quedó engarzada en la corona de la Madre.

Las visitas reiteradas a santuarios marianos (Cracovia, Lourdes, Fátima, Guadalupe, Luján, etc) son otro testimonio de María como hilo conductor de su ministerio Petrino.

El 16 de octubre de 2002 dio a conocer la encíclica “Rosarium Virginis Mariae” donde manifiesta que "El Rosario es mi oración preferida. Oración maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta oración repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María escuchó de boca del ángel y de su prima Isabel. A estas palabras se asocia toda la Iglesia (...) Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor”.

Y fue precisamente entonces cuando Juan Pablo II regaló a la Iglesia los Misterios Luminosos del Santo Rosario, que desde el año 2002 se rezan los días jueves.

Que la Santísima Virgen María del Rosario del Milagro, patrona de Córdoba, y San Juan Pablo II, su hijo dilecto, sean nuestra motivación para el rezo diario de esta oración a nuestra Madre del cielo.

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