domingo, 30 de marzo de 2025

La verdadera democracia

Aunque san Juan Pablo II alabó el proceso democrático, también advirtió sobre los peligros de una democracia divorciada de cualquier verdad objetiva
 
Entre todos los tipos de sistemas políticos, la democracia parece ser el más cristiano y el más adecuado para el florecimiento de la sociedad humana. Sin embargo, aunque san Juan Pablo II alabó las muchas cosas buenas que puede conseguir el proceso democrático, también advirtió de los muchos peligros.
 
En su opinión, la democracia puede ser buena, pero no es perfecta.
 
En su encíclica ‘Centesimus Annus’, san Juan Pablo II elogió el proceso electoral democrático:
"La Iglesia valora el sistema democrático en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas, garantiza a los gobernados la posibilidad tanto de elegir y exigir responsabilidades a quienes les gobiernan, como de sustituirlos por medios pacíficos cuando sea oportuno".
 
Sin embargo, esto no garantiza una sociedad justa y cristiana. San Juan Pablo II explicó que una verdadera democracia debe defender la dignidad de la persona humana:
"La auténtica democracia solo es posible en un Estado de derecho y sobre la base de una concepción correcta de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción tanto del individuo mediante la educación y la formación en verdaderos ideales, como de la 'subjetividad' de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y responsabilidad compartida".
 
A continuación, san Juan Pablo II advierte de lo que le ocurrirá a un país democrático si no se rige por la verdad objetiva:
"Hay que observar a este respecto que si no existe una verdad última que guíe y dirija la actividad política, las ideas y las convicciones pueden ser fácilmente manipuladas por razones de poder. Como demuestra la historia, una democracia sin valores se convierte fácilmente en un totalitarismo abierto o apenas disimulado".
 
Los países democráticos deben mantenerse firmes en las verdades fundamentales de la existencia humana y tratar a todos con igual dignidad. Si eso no ocurre, los grupos políticos se abalanzarán sobre ellos y utilizarán su poder en beneficio propio.
 
Sobre todo tenemos que rezar por nuestros políticos, para que sean verdaderos servidores de todos.
Fuente: Aleteia

miércoles, 19 de marzo de 2025

San José desde la mirada de San Juan Pablo II

Llamado a ser el Custodio del Redentor, «José... hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24)
 
San José está ante nosotros como el hombre de fe y de oración. La liturgia le aplica la Palabra de Dios en el salmo 88: “Él me invocará: Tú eres mi Padre, mi Dios, mi roca salvadora”
 
Ciertamente, cuántas veces, durante las largas jornadas de trabajo, José habrá elevado su pensamiento a Dios, para invocarlo, para ofrecerle sus fatigas, para implorar luz, ayuda y consuelo.
 
¡Cuántas veces! Pues bien, este hombre que con toda su vida parecía gritar a Dios “Tú eres mi Padre”, obtuvo esta gracia particularísima: el Hijo de Dios en la tierra, lo trató como padre.
 
José invoca a Dios con todo el ardor de su corazón creyente: “Padre mío”, y Jesús, que trabaja a su lado con las herramientas de carpintero, se dirigía a él llamándolo “padre”.
 
Misterio profundo: Cristo, que en cuanto Dios, tenía directamente la experiencia de la Paternidad divina en el seno de la Santísima Trinidad, vivió esta experiencia en cuanto hombre, a través de la persona de José, su padre putativo. Y José, a su vez, ofreció en la casa de Nazaret al niño que crecía a su lado, el apoyo de su equilibrio viril, de su clarividencia, de su valentía, de las dotes propias de todo buen padre, sacándolas de esa fuente suprema, de quien toma nombre  toda paternidad en el cielo y en la tierra.
 
...Él mi invocará: “Tú eres mi Padre”. Como san José, invocad también vosotros con una oración asidua y fervorosa al Padre celestial y también vosotros experimentareis como él, la verdad de las siguientes palabras del salmo: “le mantendré eternamente mi favor y mi alianza con él será estable”.

San Juan Pablo II

sábado, 8 de marzo de 2025

Carta de San Juan Pablo II a las mujeres

Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.
 
Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.
 
Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.
 
Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.
 
Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura.
 
Te doy gracias, mujer… ¡Por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas.
 
San Juan Pablo II - 1995