Madre del Redentor
llenos de gozo
te proclamamos bienaventurada.
Dios Padre te eligió desde siempre
para realizar su designio de salvación.
Tú creíste en su amor
y obedeciste a su Palabra.
El Hijo de Dios te quiso como suya,
al hacerse hombre para salvar a la humanidad
Tú lo acogiste con solícita obediencia
y corazón indiviso.
El Espíritu Santo te amó
como a su esposa mística
y te colmó de dones singulares.
Tú te dejaste modelar dócil
a su acción escondida y poderosa.
Te confiamos la Iglesia
que te reconoce y te invoca como Madre.
Confórtala en las dificultades y en las pruebas.
A Ti, Madre del Redentor
encomendamos llenos de confianza
la humanidad entera con sus temores y esperanzas.
No permita que le falte la luz
de la verdadera sabiduría.
Guíala en la búsqueda de la libertad
y de la justicia para todos.
Dirige sus pasos por el camino de la paz.
Haz que todos encuentren a Cristo,
Camino, Verdad y Vida.
Sostén, oh Virgen María, nuestro caminar en la fe
y alcánzanos la gracia de la salvación eterna.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce
Madre de Dios y Madre nuestra, María!
Juan Pablo II
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