En la homilía de la Misa de Beatificación de Juan Pablo II, nos encontramos con dos personajes que van casi indisolublemente unidos, María la Madre del Señor y Juan Pablo II.
Juan Pablo II fue beatificado en el primer día del mes de Mayo, día también de San José obrero. El Papa nos recuerda que la fe es el primer don que el Señor puede concedernos, y sobre todo a los que han sido puestos para confirmar precisamente en la fe a sus hermanos, los sumos pontífices, de los cuales en ese día era consagrado como Beato, todo para edificación de la Iglesia santa de Dios. “Juan Pablo II es consagrado Beato por su fe, fuerte, generosa, apostólica”.
Desde sus inicios como sacerdote y luego como obispo, se distinguió precisamente por su fe, inquebrantable frente a insospechados ataques en su propia patria a lo que ha sido el sostén del vigoroso pueblo polaco, su fe en Dios y su gran devoción a la Madre de Dios. Y cuando pontífice, Juan Pablo II tuvo siempre como guía y protectora a María, que fue llamada por Isabel “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”, y desde entonces María no tuvo otro empeño que acompañar al Hijo que se le había confiado, y después de su muerte y resurrección, ella fue encargada por el mismo Cristo de cuidar, atender y alentar la fe de sus hermanos los apóstoles una vez que él se hubiera ido a su Padre Celestial.
El Papa dice que aunque no se refiere una aparición expresa a María después de la Resurrección de su Hijo, su figura se esconde en cada una de las circunstancias que rodearon la muerte y la resurrección de su Hijo. Así la vemos en lo alto de la cruz, y después aparece con los Apóstoles el mismo día de Pentecostés.
Ella fue siempre su inspiración. A todos les consta que el Papa nunca soltaba el Rosario de su mano, y ya en su escudo episcopal y luego como Pontífice hizo aparecer a María en lugar central: “una cruz de oro, una “eme” abajo, a la derecha, y el lema: “Totus tuus” inspirado en San Luis María Grignion de Monfort: “Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo, tú eres mi todo, oh María, préstame tu corazón”.
Siguiendo el ejemplo del Papa Beato, tengamos una gran veneración por la Madre de Jesús. Ella nos acercará al corazón de su Hijo y nos sentiremos también cobijados por la guía del Espíritu Santo que iluminó a María para que velara por los intereses de su Hijo en vida mortal y luego por los de su Cuerpo Místico, en los primeros días de la Iglesia naciente hasta nuestros días. Bendita tú oh María que fuiste inspiración del nuevo Beato.
Autor: Pbro. Alberto Ramírez Mozqueda
Fuente: Catholic.net
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario