sábado, 7 de abril de 2012

Ha resucitado ¡Aleluya!


"Ha resucitado del sepulcro el Señor, que por nosotros fue colgado de la cruz" ¡Aleluya! Resuena alegre el anuncio pascual: ¡Cristo ha resucitado, ha resucitado verdaderamente! El que "padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado", Jesús, el Hijo de Dios nacido de la Virgen María, "resucitó al tercer día, según las Escrituras" (Credo).

Este anuncio es el fundamento de la esperanza de la humanidad. En efecto, si Cristo no hubiera resucitado, no sólo sería vana nuestra fe (cf. 1 Co 15,14), sino también nuestra esperanza, porque el mal y la muerte nos tendrían a todos como rehenes. Con su muerte, Jesús ha quebrantado y vencido la férrea ley de la muerte, extirpando para siempre su raíz ponzoñosa.

"¡Paz a vosotros!" (Jn 20,19.20). Éste es el primer saludo del Resucitado a sus discípulos; saludo que hoy repite al mundo entero. ¡Oh Buena Noticia tan esperada y deseada! ¡Oh anuncio consolador para quien está oprimido bajo el peso del pecado y de sus múltiples estructuras! Para todos, especialmente para los pequeños y los pobres, proclamamos hoy la esperanza de la paz, de la paz verdadera, basada en los sólidos pilares del amor y de la justicia, de la verdad y de la libertad.

"Pacem en terris....". "La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse sino se respeta fielmente el orden establecido por Dios" (Enc. Pacem in terris, Introd.). Con estas palabras comienza la histórica Encíclica, con la cual hace cuarenta años el beato Papa Juan XXIII indicó al mundo el camino de la paz. Son palabras actuales como nunca al alba del tercer milenio, tristemente oscurecido por violencias y conflictos.

Que se trunque la cadena del odio que amenaza el desarrollo ordenado de la familia humana. Que Dios nos conceda ser liberados del peligro de un dramático choque entre las culturas y las religiones. Que la fe y el amor a Dios hagan a los creyentes de cada religión valientes artífices de comprensión y perdón, pacientes constructores de un provechoso diálogo interreligioso, que inaugure un era nueva de justicia y de paz.

Como a los Apóstoles asustados en la tempestad del lago, Cristo repite a los hombres de nuestro tiempo: "¡Ánimo, soy yo, no temáis!" (Mc 6,50). Si Él está con nosotros, ¿por qué tener miedo? Aunque parezco muy oscuro el horizonte de la humanidad, hoy celebramos el triunfo esplendoroso de la alegría pascual. Si un viento contrario obstaculiza el camino de los pueblos, si se hace borrascoso el mar de la historia, ¡que nadie ceda al desaliento y a la desconfianza! Cristo ha resucitado; Cristo está vivo entre nosotros; realmente presente en el sacramento de la Eucaristía, Él se ofrece como Pan de salvación, como Pan de los pobres, como Alimento de los peregrinos.

¡Oh divina presencia de amor, oh vivo memorial de Cristo nuestra Pascua, Tú eres viático para los que sufren y los que mueren, para todos eres prenda segura de vida eterna! María, primer tabernáculo de la historia, Tú, testigo silencioso de los prodigios pascuales, ayúdanos a cantar con la vida tu mismo "Magnificat" de alabanza y agradecimiento, porque hoy "ha resucitado del sepulcro el Señor, que por nosotros fue colgado de la cruz".

Ha resucitado Cristo, nuestra paz y nuestra esperanza. Ha resucitado. ¡Aleluya!

Beato Juan Pablo II
Homilía 20-Abril-2003
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