"...La veneración a la Madre de Dios en su forma
tradicional me viene de la familia y de la parroquia de Wadowice. Recuerdo, en
la iglesia parroquial, una capilla lateral dedicada a la Madre del Perpetuo
Socorro a la cual por la mañana, antes del comienzo de las clases, acudían los
estudiantes del instituto. También, al acabar las clases, en las horas de la
tarde, iban muchos estudiantes para rezar a la Virgen.
Además, en Wadowice, había sobre la colina un Monasterio
Carmelita, cuya fundación se remontaba a los tiempos de San Rafael Kalinowski.
Muchos habitantes de Wadowice acudían allí, y esto tenía su reflejo en la
difundida devoción al Escapulario de la Virgen del Carmen. También yo lo
recibí, creo que cuando tenía diez años, y aún lo llevo. Se iba a los
Carmelitas también para las confesiones. De ese modo, tanto en la iglesia
parroquial, como en la del Carmen, se formó mi devoción mariana durante los
años de la infancia y de la adolescencia..."
Beato Juan Pablo II. Libro “Don y Misterio”
El Beato Juan Pablo II, en su Mensaje a la Orden del Carmen con motivo de
la dedicación del año 2001 a María Santísima, escribió:
"...Con el signo del Escapulario se manifiesta una
síntesis eficaz de espiritualidad mariana, que alimenta la devoción de los
creyentes, haciéndolos sensibles a la presencia amorosa de la Virgen Madre en
su vida. El Escapulario es esencialmente un "hábito". Quien lo
recibe, se une o se asocia, en un grado más o menos íntimo, a la Orden del
Carmen, dedicada al servicio de la Virgen para el bien de toda la Iglesia. Por
tanto, quien se reviste del Escapulario se introduce en la tierra del Carmelo,
para "comer sus frutos y sus productos" (cf. Jr 2, 7), y experimenta
la presencia dulce y materna de María en su compromiso diario de revestirse
interiormente de Jesucristo y de manifestarlo vivo en sí para el bien de la
Iglesia y de toda la humanidad ... Así pues, son dos las verdades evocadas en
el signo del Escapulario:
- por una parte,
la protección continua de la Virgen Santísima, no sólo a lo largo del camino de
la vida, sino también en el momento del paso hacia la plenitud de la gloria
eterna;
- y por otra, la certeza de que la devoción a Ella no
puede limitarse a oraciones y homenajes en su honor en algunas circunstancias,
sino que debe constituir un "hábito", es decir, una orientación
permanente de la conducta cristiana, impregnada de oración y de vida interior,
mediante la práctica frecuente de los sacramentos y la práctica concreta de las
obras de misericordia espirituales y corporales. De este modo, el Escapulario
se convierte en signo de "alianza" y de comunión recíproca entre
María y los fieles, pues traduce de manera concreta la entrega que en la Cruz
Jesús hizo de su Madre a Juan, y en él a todos nosotros, y la entrega del
apóstol predilecto y de nosotros a Ella, constituida nuestra Madre espiritual
También yo llevo sobre mi corazón, desde hace mucho
tiempo, el Escapulario del Carmen. Por el amor que siento hacia nuestra Madre
Celestial común, cuya protección experimento continuamente, deseo que este año
mariano ayude a todos los religiosos y las religiosas del Carmelo y a los piadosos
fieles que la veneran filialmente a acrecentar su amor y a irradiar en el mundo
la presencia de esta Mujer del silencio y de la oración, invocada como Madre de
la Misericordia, Madre de la Esperanza y de la Gracia..."
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario