Hay un mensaje de Juan Pablo II, muy útil para nuestra
actual problemática, y que permanece válido. Viene a decir que no hay paz sin
justicia. Y no hay justicia sin perdón. Publicado para la Jornada Mundial de la
Paz, tenía como trasfondo la amenaza terrorista. El papa reconoce el derecho a
defenderse que debe atenerse a reglas morales y jurídicas. Pero advierte que el
restablecimiento de la paz exige también el perdón, que se opone a la venganza
y al rencor. Y confirmaba que profana el nombre de la justicia quien lo
instrumentaliza para hacer violencia al hombre. Y se podría añadir que una base
especialmente válida en nuestro caso es desechar el pesimismo, la desesperanza.
Porque perder la esperanza es quizá lo peor que nos puede
suceder, porque nos quedamos sin fuerzas, sin voluntad de construir nuestra
sociedad. Fue famosa la frase de Churchill, vencedor en la Segunda Guerra
Mundial: el optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa.
Porque el pesimismo reiterado puede ser autodestructivo. Alguna vez puede ser
positivo señalar lo negativo del mundo actual para identificar problemas a
solucionar; pero también puede ser una excelente excusa para la pereza y la
comodidad; porque un pesimismo social que exagera los problemas no da
soluciones y lleva a no hacer nada, porque… no tenemos solución.
También en el Mensaje Mundial de la Paz citado al
comienzo, Juan Pablo II se refería a la delicada situación internacional del
momento (el conflicto árabe-israelí, que duraba ya más de cincuenta años) y
decía algo de validez perdurable: los derechos y exigencias de cada parte serán
tenidos debidamente en cuenta y regulados de manera ecuánime, siempre y cuando
prevalezca en todos la voluntad de justicia y de reconciliación y de saber
perdonar.
Hay que saber aprender en cabeza ajena. Son –o fueron– el
proceso de paz en Irlanda, la comisión de la verdad en Sudáfrica, la
negociación con la guerrilla colombiana, la normalización en el País Vasco... y
muchos otros casos demuestran que, a la larga, la necesidad de reconciliación
entre los hombres prevalece sobre el poder de las ideologías que los separan.
Pero también demuestran que la reconciliación es posible, sobre todo cuando la
ofensa es grave o la reparación es imposible porque se han perdido vidas y
perdonar es una tarea muy difícil: pero es posible, más aún imprescindible si
de veras se quiere la paz.
Lo mejor es enfocar el futuro y no el pasado, para llevar
el país adelante. La lección de otros países que se han empeñado en aclarar y
seguir aclarando hasta la saciedad, parece patente: fue el ejemplo de Serbia,
Irlanda del Norte, el país vasco… y un largo etcétera en el que ninguno de
nosotros deseamos que nos incluyan. El camino hacia la madurez y la paz no
siempre es sencillo, porque fácilmente se producirán malentendidos. Pero a
través del diálogo podemos acercarnos, siempre de nuevo, a los otros: por esto
es tan importante educarnos en el arte de practicarlo.
Foro Juan Pablo II
No hay comentarios:
Publicar un comentario