que has acompañado a Jesús en el camino del Calvario
y has permanecido junto a la Cruz en la que moría tu
Hijo,
participando íntimamente de sus dolores,
acoge nuestros sufrimientos y únelos a los de Él,
para que las semillas esparcidas durante el Jubileo
sigan produciendo frutos abundantes en los años
venideros.
Madre de Misericordia, con fe nos volvemos hacia Ti.
Alcánzanos de tu Hijo el que podamos volver pronto,
plenamente restablecidos, a nuestras ocupaciones,
para hacernos útiles al prójimo con nuestro trabajo.
Mientras tanto, quédate junto a nosotros en el momento
de la prueba y ayúdanos a repetir cada día Contigo
nuestro "sí",
seguros de que Dios sabe sacar de todo mal un bien más
grande.
Amén
Juan Pablo II
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