Buen Pastor,
enseña a los jóvenes aquí reunidos; enseña a los jóvenes de todo el mundo lo
que significa «dar» su vida mediante la vocación y la misión. Como enviaste a
los Apóstoles a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra, lanza
ahora tu desafío a la juventud de la Iglesia para que cumpla la gran misión de
darte a conocer a cuantos aún no han oído hablar de Ti. Da a estos jóvenes la
valentía y la generosidad de los grandes misioneros del pasado, de suerte que,
a través del testimonio de su fe y su solidaridad con todos sus hermanos y
hermanas necesitados, el mundo descubra la verdad, la bondad y la belleza de la
vida que sólo Tú puedes dar.
Enseña a estos
jóvenes a hacer buen uso de su libertad. Enséñales que la mayor libertad
consiste en entregarse totalmente. Enséñales el significado de tus Palabras:
«El que pierda su vida por Mí, la encontrará» (Mt 10, 39).
Por todo esto,
Buen Pastor, te amamos. Los jóvenes aquí reunidos te aman porque aman la vida,
el don del Creador. Aman su vida humana como el sendero por el que pasarán en
medio de este mundo creado. Aman la vida como tarea y como vocación.
Y aman también
la otra vida que el Padre eterno nos ha dado por medio de Ti: la vida de Dios
en nosotros, el mayor regalo que nos has dado.
Tú eres el Buen
Pastor. Y no hay ningún otro.
Has venido para
que tengamos la vida, y la tengamos en abundancia. La vida, no sólo a nivel
humano, sino también en la medida del Hijo, el Hijo en el que el Padre se
complace eternamente.
Señor
Jesucristo, te damos gracias por haber dicho: «Yo he venido para que tengan
vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10).
Los jóvenes de
esta Jornada mundial de la juventud te dan las gracias desde lo más profundo de
su corazón.
San Juan Pablo
II.
Vigilia de
Oración con los jóvenes. Cherry Creek State Park de Denver. Sábado 14 agosto 1993.
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