La recogió un día, moribunda, en los yermos campos de la
guerra. Iba herida por una bala. Entonces vio que en sus patas llevaba un
mensaje de amor de su Señor.
Transido de dolor, Juan Pablo la abrazó contra su pecho, diciéndole:
"Muere tranquila, herida viajera del amor, que diste -como Él- tu vida
por un sueño. Yo llevaré tu mensaje a todos los rincones de la tierra. Tan sólo
dame para llegar tus alas en el viento, tu vuelo de un solo amanecer, tu anhelo
infinito… Al fin, tú y yo teníamos el mismo Señor y el mismo destino. Yo
seguiré el camino, hasta donde alcancen mis días".
Así, el peregrino de tanto andar y andar se convirtió en
paloma. Y en tímida aurora, la noche de la vida. Y fue por todos los rumbos del
planeta, sembrando su paz. Diciendo a los pueblos y al viento huracanado las
nuevas de esperanza. Después se perdió en el horizonte. Como todo pasa. Como
pasa el sueño de un ave mensajera. Así empezó a clarear el nuevo día sobre el
mundo. En algún lugar floreció la esperanza.
Así pasaron por la vida Juan Pablo y la paloma, en el
camino largo de una estrella…
Por Carlos Balaguer
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