Quizá más de uno se ha preguntado sobre el
sentido de los numerosos viajes apostólicos que ha realizado el Santo Padre
(más de doscientos, contando sus viajes al exterior como al interior de
Italia):
«En
nombre de toda la Iglesia, siento imperioso el deber de repetir este grito de
san Pablo («Predicar el Evangelio no es
para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe: Y ¡ay de
mi si no predicara el Evangelio!»). Desde el comienzo de mi pontificado he
tomado la decisión de viajar hasta los últimos confines de la tierra para poner
de manifiesto la solicitud misionera; y precisamente el contacto directo con
los pueblos que desconocen a Cristo me ha convencido aún más de la urgencia de
tal actividad a la cual dedico la presente Encíclica (Redemptoris missio)».
Asimismo dirá el Papa de sus numerosas
visitas a las diversas parroquias: «la
experiencia adquirida en Cracovia me ha enseñado que conviene visitar
personalmente a las comunidades y, ante todo, las parroquias. Éste no es un
deber exclusivo, desde luego, pero yo le concedo una importancia primordial.
Veinte años de experiencia me han hecho comprender que, gracias a las visitas
parroquiales del obispo, cada parroquia se inscribe con más fuerza en la más
vasta arquitectura de la Iglesia y, de este modo, se adhiere más íntimamente a
Cristo».
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