• Todos sabemos que
Juan Pablo II sentía una fuerte pasión por el teatro y la literatura en
general, ya incluso desde que era un adolescente. Pero lo que yo no sabía es
que una vez salvó la situación con su increíble memoria.
Uno de los personajes en una producción se dio de baja
dos días antes del estreno. Y me imagino que no disponían de suplentes en aquel
momento.
La absorbente mente del joven Karol simplemente había
memorizado el papel de todos los personajes durante los ensayos, y se ofreció a
interpretar dos personajes.
• En sus acampadas
con el grupo de gente joven, acostumbraba a leer “Cartas del Diablo a su
Sobrino” de CS Lewis junto al fuego de campamento.
Muchos de nosotros sabemos que al Padre Wojtyla le
encantaba pasar tiempo con los jóvenes en actividades al aire libre durante su
tiempo de párroco en Polonia; y más tarde como Cardenal siguió manteniendo esa
costumbre. Esas salidas tenían que ser clandestinas ya que estaban prohibidas
por los dirigentes comunistas. Iban a descender el rio en Kayak, o a practicar
montañismo, llegando a celebrar misas en una canoa vuelta del revés.
Parece ser que alrededor del fuego durante las veladas
nocturnas cantaban textos de poetas y escritores en general y leían textos
sacados de algunos de esos libros, incluyendo el clásico “Cartas del Diablo a
su Sobrino” (publicada por primera vez en 1942).
• Irónicamente, los
comunistas “querían” que fuese arzobispo de Cracovia. Aunque el gobierno
comunista permitía a la iglesia polaca nombrar a los candidatos a la sede
vacante, el gobierno se reservaba el derecho a veto sobre cualquier candidato
que no le interesase. Continuaron con su censura a los candidatos hasta que
consiguieron situar a su hombre: Karol Wojtyla.
Imagínate ese momento incómodo cuando el hombre que tú
mismo has seleccionado se convierte en Papa y después regresa a Polonia a
derrocar el comunismo. Probablemente la mayor ejemplo de minusvalorar a alguien
en la historia de los fracasos.
• Continuó con la
práctica del esquí hasta que tuvo 73 años. Una de mis historias favoritas es la
de aquel niño de 8 años que se encontró con JPII en la pista de esquí. Hicieron
un par de bajadas juntos, y la madre del niño no quería dar crédito a que su
imaginativo hijo hubiera estado esquiando con el Papa, hasta que el niño se lo
presentó.
• Viajó a la luna
tres veces durante su vida… Bueno, la misma distancia, al menos: ¡1.140.000 km!
El hombre tenía una misión, y sentía que su llamada como pastor de la iglesia
universal implicaba salir a los caminos y reunirse con su rebaño universal. “¿No se supone que debo ser el papa de todo
el mundo?”, solía decir.
• ¿Cuál fue “el día
más feliz de su vida”? Según él mismo, ése fue el día en que canonizó a la
hermana Faustina como la primera santa del milenio.
Su devoción a la Divina Misericordia fue uno de los temas
centrales de su vida, algo muy cercano y muy querido para su corazón,
especialmente como polaco que era. “No hay nada que el hombre necesite más que
la Divina Misericordia”.
• Los royalties de
sus libros construyeron iglesias en Yugoslavia.
Juan Pablo II, durante toda su vida fue un
"regalador". Se regaló a sí mismo y regaló su tiempo y su talento.
Como botón de muestra, tras publicar "Cruzando el
umbral de la esperanza", que vendió millones de copias, ofreció los
primeros royalties para reconstruir iglesias destruidas en el conflicto de
Yugoslavia.
También se sabe que regaló las ropas nuevas que le
compraron y se quedó con las viejas.
• Recibió el
sacramento de la reconciliación del padre Pío. En 1947, el Padre Wojtyla visitó
al Padre Pío, y éste le oyó en confesión. El Papa Juan Pablo II le canonizaría
55 años después.
• Su predecesor Juan
Pablo I dijo lo siguiente:
“Mi nombre es Juan Pablo I. Solamente estaré con vosotros
un tiempo corto. El segundo ya está en camino”
• Juan Pablo II
tenía una ética laboral increíble, y uno de sus secretarios le describió como
un “volcán de energía”. Era habitual en él trabajar entre 12 y 16 horas
diarias. Tenía el don de la “concentración dividida”. Muchas personas contaban
cómo podía tener una conversación completa con ellos mientras estaba leyendo, y
aun así estar plenamente entregado. Algunas veces se cansaba en las reuniones
si no trabajaba en algo más al mismo tiempo. De hecho, durante el Concilio
Vaticano II escribió todo tipo de libros y poemas.
• Leía a Marx
durante el Cónclave… De hecho la necesidad de dedicarse a múltiples tareas
simultáneamente era tan acuciante, tal era la necesidad de constantemente
alimentar su intelecto, que incluso se llevaba material de lectura a las
sesiones del cónclave poco después de su propia elección. Y de todos los libros
que uno puede leer… leía literatura marxista.
Como dijo en una ocasión a un amigo, “si quieres llegar a conocer a tu enemigo, tienes que conocer lo que ha
escrito”.
• Si se recopila
todo lo que escribió, equivaldría al contenido de 20 Biblias. Su media superaba
las 3.000 páginas anuales, y solamente durante el tiempo en que fue papa.
• Fue el primer papa
en pisar una mezquita. Su amor hacia la persona humana se extendía más allá de
los confines de la Iglesia Católica, hacia todas las religiones, razas y
lenguas.
• Una figura
envuelta en un abrigo largo, con capucha negra, saliendo a hurtadillas por la
puerta trasera del Vaticano… Juan Pablo II era uno de esos líderes que se
deslizaría con sigilo para no ser notado por sus guardias de seguridad mientras
salía de casa. A menudo estas excursiones servían para conseguir un poco de
solaz en las montañas o para ir a esquiar. Con lo ocupado que andaba el hombre,
entendió la necesidad del equilibrio y la diversión.
• De vez en cuando
le gustaba reírse un poco de su persona. En una ocasión alguien pudo oír la
siguiente conversación:
JPII: “La música es extraordinariamente útil para la
oración. Como decía San Agustín, “el que canta, reza por partida doble”.”
Amigo: “¿Cantaba usted bien, Santo Padre?”
JPII: “Cuando era yo el que cantaba, era más propio decir
que rezaba una sola vez.”
• Conocía a los más
de 2.000 obispos del mundo por su nombre.
Guardaba un mapa en el que marcaba cada diócesis del
mundo, y conocía a cada uno de sus obispos de memoria.
Su memoria no estuvo limitada a los líderes de la
Iglesia. La guardia suiza, los seminaristas, y conocidos esporádicos que apenas
había tratado se sorprendían por los detalles pequeños que recordaba de ellos
años más tarde.
Fuente: “Religión en libertad”
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