miércoles, 31 de diciembre de 2014

San Juan Pablo II: Frente al Año Nuevo

Audiencia general del miércoles, 29 de diciembre de 1982
  
Esta última audiencia general del año está toda ella impregnada de la luz de la Santa Navidad que acabamos de celebrar, y nos lleva además a reflexionar sobre la inminente celebración, tan rica de significado humano, del paso del año viejo al nuevo.
 
En efecto, la historia del hombre, iluminada por el misterio del Dios hecho hombre, Nuestro Señor Jesucristo, adquiere una clara orientación hacia el mundo de lo divino.  La fiesta de Navidad da un sentido cristiano a la sucesión de los acontecimientos y a los sentimientos humanos, proyectos y esperanzas, y permite descubrir en este rítmico y aparentemente mecánico correr del tiempo, no sólo las líneas de tendencia del peregrinaje humano, sino también los signos, las pruebas y las llamadas de la Providencia y Bondad Divina.

¿Vamos hacia lo mejor? ¿Vamos hacia lo peor? Para el cristiano no hay duda: la Redención de Cristo, que comienza en la Santa Noche de Navidad, lleva progresivamente a la humanidad redimida y que acoge esta Redención, al triunfo sobre el mal y sobre la muerte.

Ciertamente a medida que se va hacia Dios aumentan pruebas y dificultades. Esto vale tanto para el camino de la Iglesia como para cada uno de los cristianos. Las fuerzas hostiles a la verdad y a la justicia -como nos explica todo el libro del Apocalipsis- aumentan, en el curso de la historia, sus tramas y su violencia contra quien quiere seguir el camino del Redentor. Por tanto, en definitiva, a pesar de los riesgos y las derrotas parciales, la historia marcha hacia el triunfo del bien, hacia la victoria final de Cristo.

[…] En su significado profundo el verdadero progreso histórico que, como dice el Concilio Vaticano II (Gaudium et spes, 39), es preparación al Reino de Dios, no puede más que ser el efecto de los esfuerzos humanos sostenidos por la fuerza redentora de la Sangre de Cristo. El Verbo Divino, al encarnarse, redimió el tiempo y la historia, llevándoles hacia la salvación del hombre y su bienaventuranza en la visión beatífica y dándoles un impulso progresivo incontenible, si bien contrastado.

La Sagrada Familia de Nazaret es el modelo de todas las familias cristianas. […] La fiesta de la Sagrada Familia es uno de los principales puntos luminosos que nos ofrece la liturgia en nuestro camino terreno; con ellos podemos comprender el significado escatológico del tiempo y cómo verdaderamente Cristo, elevado en la Cruz, atrae a Sí todas las cosas (cf. Jn 12, 32)

La liturgia, de la que estamos viviendo en estos días algunos momentos particularmente intensos, nos ilumina así acerca del sentido del tiempo y de la historia, por lo cual, si surge en nosotros la impresión de que el mal está aumentando y triunfando, ella nos responde con el misterio de la Navidad, que nos introduce en el  misterio de la Cruz.

No aumenta el mal, aumentan las pruebas. Y puesto que Dios, junto con la prueba da también la fuerza para superarla (cf. I Cor 10, 13), la abundancia del mal, que nos quiere herir y seducir, termina por transformarse en una sobreabundancia de bien y de gloria. Por eso San Pablo pudo decir que "donde abundó el pecado sobreabundó la gracia" (Rom, 5, 20).

En el curso del tiempo aumentan los ataques contra el Reino de Dios y contra los que quieren seguir piadosamente a Cristo; pero aumenta también el don de fortaleza que les concede el Espíritu Santo, de modo que al final todo se resuelve en la victoria para cuantos han permanecido fieles.

Esta es, queridos hermanos y hermanas, la perspectiva con la que debemos encaminarnos a afrontar y vivir el año nuevo que tenemos delante.

La vida de aquí abajo no es por sí misma, un cómodo y garantizado viaje hacia lo mejor. Desde los primeros años de nuestra vida nos damos cuenta de ello si tenemos los ojos abiertos. Lo mejor es ciertamente una perspectiva real; la humanidad, guiada por el Pueblo de Dios, está marchando en esta dirección; pero para cada uno de nosotros esta marcha hacia lo "mejor" no está privada de riesgos y de dificultades; y sobre todo está sometida cada día a la prueba de nuestra responsabilidad, debe ser el objeto de una elección libre.

La luz de Belén y la luz del Pesebre nos indican la dirección hacia lo mejor, nos hablan de la victoria final del bien, nos animan a caminar con esperanza y sin miedo, "sin apartarnos ni a la derecha ni a la izquierda" (Jos 23, 6)

Fuente: El camino de María

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