En su carta del 5 de octubre de 1986 al M. R. P.
Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús, el Papa definía así “la
verdera definición pedida por el Corazón del Salvador”: “Sobre las ruinas
acumuladas por el odio y la violencia, edificar la civilización del amor tan
deseada, el reino del Corazón de Cristo”
Para Juan Pablo II, el Corazón de Cristo reinará, pues,
cuando se establezca la civilización del amor”, es decir cuando el amor
reemplace el odio, cuando el amor al prójimo por amor a Cristo amante venza en
cada persona las pasiones y las pulsiones de violencia. Cuando, en otros
términos, el prójimo sea respetado en sus derechos por amor al más próximo de
todos los prójimos, Cristo. De esta manerá será reparada la persona odiosa,
preocupada por reemplazar el odio por el amor.
Como lo observa L. M. Mendizabal, esta interpretación de
la reparación algunas veces ha sido mal comprendida, en un sentido puramente
“horizontalista” como si el Papa hubiese dicho: “La verdadera reparación no
consiste en una expiación dolorosa de
los pecados del mundo, sino en establecer la paz y el bienestar en el
mundo. Se olvida la declaración hecha quince días antes de esta carta, con
ocasión de un simposium internacional: “La consagración al Corazón de Nuestra
Señora se realiza, en la práctica, esencialmente viviendo en estado de gracia,
con una vida de pureza, de oración, penitencia unida al cumplimiento de todos
los deberes de un cristiano y de reparación por nuestros pecados y los pecados
del mundo.
En realidad, la declaración del Papa a la Compañía de
Jesús quiere decir que a los ojos del Señor, el orden violado por la violencia
y por el odio no podrá ser restaurado en el mundo más que por el amor
sobrenatural por el prójimo y es esta restauración, este retomar de la justicia
amante que constituye la esencia de la reparación. Oración, penitencia,
cumplimiento de los deberes de estado deben ser vividos en el horizonte del
establecimiento de una civilización del amor para constituir la completa
reparación social que desea el Corazón de Jesús.
Durante el Angelus del 1º de junio de l984 Juan Pablo II
esbozaba “la síntesis de todos los misterios ocultos en el Corazón del Hijo de
Dios: amor solícito, amor satisfactorio, amor vivificante”.
La civilización del amor no se podrá establecer sino la
base de un reconocimiento del amor creador, redentor y remunerador de Cristo,
Alpha y Omega.
Entonces, la civilización del amor supone la penetración
dinámica de la caridad sobrenatural en la pasión natural del amor y en la
voluntad libre de la criatura racional, que orienta esas fuerzas del psiquismo
inferior de la persona humana hacia su vida eterna, individual y social, bajo
el soplo del Espíritu Santo.
Bertrand de Margerie S.J.
Traducido del francés por
José Gálvez Krüger para Aci
Prensa
.
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