El Viernes Santo
la Iglesia celebra la Muerte salvadora de Cristo. En el Acto litúrgico de la
tarde, medita en la Pasión de su Señor, intercede por la salvación del mundo,
adora la Cruz y conmemora su propio nacimiento del costado abierto del Salvador
(Cfr. Jn 19,34) El Via Crucis es una de las manifestaciones de piedad
popular más arraigadas de este día.
La Hora de
la Pasión es la Hora de Cristo, la hora del cumplimiento de su Misión. El
Evangelio de San Juan nos permite descubrir las disposiciones íntimas de Jesús
al inicio de la última Cena: «Sabiendo Jesús que había llegado su Hora de pasar
de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). Por tanto, es la Hora del Amor, que quiere
llegar «hasta el extremo», es decir, hasta la entrega suprema. En su
sacrificio, Cristo nos revela el Amor perfecto: ¡no habría podido amarnos más
profundamente!
Esa Hora decisiva
es, al mismo tiempo, Hora de la Pasión y Hora de la Glorificación. Según el
Evangelio de San Juan, es la Hora en que el Hijo del hombre es «elevado de la
tierra» (Jn 12, 32). La elevación en la Cruz es signo de la elevación a la
gloria celestial. Entonces empezará la fase de una nueva relación con la
humanidad y, en particular, con sus discípulos, como Jesús mismo anuncia: «Os
he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en
parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre» (Jn 16, 25).
La Hora suprema
es, en definitiva, el tiempo en que el Hijo va al Padre. En ella se aclara el
significado de su sacrificio y se manifiesta plenamente el valor que dicho
sacrificio reviste para la humanidad redimida y llamada a unirse al Hijo en su
regreso al Padre...
Beato Juan Pablo
II
Audiencia General
14 de enero de 1998
Fuente: El camino
de María
Vía Crucis de
Juan Pablo II
Las Meditaciones
del Via Crucis escritas por el Papa Juan Pablo II para el Año Santo 2000 pueden
ser leídas y rezadas haciendo clic acá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario