domingo, 20 de abril de 2025

Último mensaje de Pascua de San Juan Pablo II (año 2005)

Domingo, 27 marzo 2005 (ZENIT.org).-
Publicamos el mensaje que Juan Pablo II ha dirigido para esta Pascua de este año, leído en su nombre por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, al final de la misa del domingo de Resurrección, celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano.
1. Mane nobiscum, Domine!
¡Quédate con nosotros, Señor! (cf. Lc 24,29).
 
Con estas palabras, los discípulos de Emaús invitaron al misterioso Viandante a quedarse con ellos al caer de la tarde aquel primer día después del sábado en el que había ocurrido lo increíble.
Según la promesa, Cristo había resucitado; pero ellos aún no lo sabían.
Sin embargo, las palabras del Viandante durante el camino habían hecho poco a poco enardecer su corazón.
Por eso lo invitaron: «Quédate con nosotros».
Después, sentados en torno a la mesa para la cena, lo reconocieron “al partir el pan”.
Y, de repente, él desapareció.
Ante ellos quedó el pan partido, y en su corazón la dulzura de sus palabras.
 
2. Queridos hermanos y hermanas, la Palabra y el Pan de la Eucaristía, misterio y don de la Pascua, permanecen en los siglos como memoria perenne de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
También nosotros hoy, Pascua de Resurrección, con todos los cristianos del mundo repetimos: Jesús, crucificado y resucitado, ¡quédate con nosotros!
Quédate con nosotros, amigo fiel y apoyo seguro de la humanidad en camino por las sendas del tiempo.
Tú, Palabra viviente del Padre, infundes confianza y esperanza a cuantos buscan el sentido verdadero de su existencia.
Tú, Pan de vida eterna, alimentas al hombre hambriento de verdad, de libertad, de justicia y de paz.
 
3. Quédate con nosotros, Palabra viviente del Padre, y enséñanos palabras y gestos de paz: paz para la tierra consagrada por tu sangre y empapada con la sangre de tantas víctimas inocentes; paz para los Países de Oriente Medio y África, donde también se sigue derramando mucha sangre; paz para toda la humanidad, sobre la cual se cierne siempre el peligro de guerras fratricidas.
Quédate con nosotros, Pan de vida eterna, partido y distribuido a los comensales: danos también a nosotros la fuerza de una solidaridad generosa con las multitudes que, aun hoy, sufren y mueren de miseria y de hambre, diezmadas por epidemias mortíferas o arruinadas por enormes catástrofes naturales.
Por la fuerza de tu Resurrección, que ellas participen igualmente de una vida nueva.
 
4. También nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio, tenemos necesidad de Ti, Señor resucitado.
Quédate con nosotros ahora y hasta al fin de los tiempos.
Haz que el progreso material de los pueblos nunca oscurezca los valores espirituales que son el alma de su civilización.
Ayúdanos, te rogamos, en nuestro camino.
Nosotros creemos en Ti, en Ti esperamos, porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68).
Mane nobiscum, Domine! ¡Alleluia!
 
[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede]

domingo, 13 de abril de 2025

Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa

Cristo, junto con sus discípulos, se acerca a Jerusalén. Lo hace como los demás peregrinos, hijos e hijas de Israel; que en esta semana precedente a la Pascua, van a Jerusalén. Jesús es uno de tantos.
 
Este acontecimiento, en su desarrollo externo, se puede considerar, pues, normal. Así, pues, sentado sobre un borrico, Jesús realiza el último trecho del camino hacia Jerusalén. Sin embargo, desde cierto momento, este viaje, que en sí nada tenía de extraordinario, se cambia en una verdadera "entrada solemne en Jerusalén".
 
Hoy celebramos el Domingo de Ramos, que nos recuerda y hace presente esta "entrada". En un especial rito litúrgico repetimos y reproducimos todo lo que hicieron y dijeron los discípulos de Jesús —tanto los cercanos como los más lejanos en el tiempo— en ese camino, que llevaba a Jerusalén. Igual que ellos, tenemos en las manos los ramos de olivo y decimos —o mejor, cantamos— las palabras de veneración que ellos pronunciaron. Estas palabras, según la redacción del Evangelio de Lucas, dicen así: "Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor. Paz en el Cielo y gloria en las alturas" (Lc 19, 38).
 
El Domingo de Ramos abre la Semana Santa de la Pasión del Señor; de la que ya lleva en sí la dimensión más profunda. Por este motivo, leemos toda la descripción de la Pasión del Señor.
 
Jesús, al subir en ese momento hacia Jerusalén, se revela a Sí mismo completamente ante aquellos que preparan el atentado contra su vida. Por lo demás, se había revelado desde ya hacía tiempo, al confirmar con los milagros todo lo que proclamaba y al enseñar, como doctrina de su Padre, todo lo que enseñaba.
 
El Maestro es plenamente consciente de esto. Todo cuanto hace, lo hace con esta conciencia, siguiendo las palabras de la Escritura, que ha previsto cada uno de los momentos de su Pascua. La entrada en Jerusalén fue el cumplimiento de la Escritura.
 
He aquí la liturgia del Domingo de Ramos: en medio de las exclamaciones de la muchedumbre, del entusiasmo de los discípulos que, con las palabras de los Profetas, proclaman y confiesan en Él al Mesías, sólo Él, Cristo, conoce hasta el fondo la verdad de su Misión; sólo Él, Cristo, lee hasta el fondo lo que sobre Él han escrito los Profetas.
 
Y todo lo que han dicho y escrito se cumple en Él con la verdad interior de su alma. Él, con la voluntad y el corazón, está ya en todo lo que, según las dimensiones externas del tiempo, le queda todavía por delante. Ya en este cortejo triunfal, en su "entrada en Jerusalén", Él es "obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp 2, 8).
 
En cierto momento, se le acercan los fariseos que no pueden soportar más las exclamaciones de la muchedumbre en honor de Cristo, que hace su entrada en Jerusalén, y dicen: "Maestro, reprende a tus discípulos"; Jesús contestó: "Os digo que si ellos callasen, gritarían las piedras" (Lc 19, 39-40).
 
Comenzamos hoy la Semana Santa de la Pasión del Señor. Que nuestros corazones y nuestras conciencias griten más fuerte que las piedras.
 
San Juan Pablo II
Homilía del Domingo de Ramos
30 de marzo de 1980 (extracto)

domingo, 6 de abril de 2025

Apoya la cabeza en la Cruz

 

Una vez que San Juan Pablo II estaba de tertulia con un grupo de niños, haciéndole preguntas, uno de ellos le preguntó:

“¿Qué piensas cuando apoyas la cabeza en la Cruz?”
 
El Papa se sonrió y le dijo:
“Siempre que me apoyo sobre la Cruz, que lo hago muchas veces, le digo: “Que muera Wojtyla y viva Cristo”.
 
Una forma de estar vigilantes, como nos pide el Evangelio, es imitar al Papa en esta petición, que muramos al hombre viejo y viva en nosotros Cristo mismo. Así podremos ser testigos y misioneros del Evangelio.


domingo, 30 de marzo de 2025

La verdadera democracia

Aunque san Juan Pablo II alabó el proceso democrático, también advirtió sobre los peligros de una democracia divorciada de cualquier verdad objetiva
 
Entre todos los tipos de sistemas políticos, la democracia parece ser el más cristiano y el más adecuado para el florecimiento de la sociedad humana. Sin embargo, aunque san Juan Pablo II alabó las muchas cosas buenas que puede conseguir el proceso democrático, también advirtió de los muchos peligros.
 
En su opinión, la democracia puede ser buena, pero no es perfecta.
 
En su encíclica ‘Centesimus Annus’, san Juan Pablo II elogió el proceso electoral democrático:
"La Iglesia valora el sistema democrático en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas, garantiza a los gobernados la posibilidad tanto de elegir y exigir responsabilidades a quienes les gobiernan, como de sustituirlos por medios pacíficos cuando sea oportuno".
 
Sin embargo, esto no garantiza una sociedad justa y cristiana. San Juan Pablo II explicó que una verdadera democracia debe defender la dignidad de la persona humana:
"La auténtica democracia solo es posible en un Estado de derecho y sobre la base de una concepción correcta de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción tanto del individuo mediante la educación y la formación en verdaderos ideales, como de la 'subjetividad' de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y responsabilidad compartida".
 
A continuación, san Juan Pablo II advierte de lo que le ocurrirá a un país democrático si no se rige por la verdad objetiva:
"Hay que observar a este respecto que si no existe una verdad última que guíe y dirija la actividad política, las ideas y las convicciones pueden ser fácilmente manipuladas por razones de poder. Como demuestra la historia, una democracia sin valores se convierte fácilmente en un totalitarismo abierto o apenas disimulado".
 
Los países democráticos deben mantenerse firmes en las verdades fundamentales de la existencia humana y tratar a todos con igual dignidad. Si eso no ocurre, los grupos políticos se abalanzarán sobre ellos y utilizarán su poder en beneficio propio.
 
Sobre todo tenemos que rezar por nuestros políticos, para que sean verdaderos servidores de todos.
Fuente: Aleteia

miércoles, 19 de marzo de 2025

San José desde la mirada de San Juan Pablo II

Llamado a ser el Custodio del Redentor, «José... hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24)
 
San José está ante nosotros como el hombre de fe y de oración. La liturgia le aplica la Palabra de Dios en el salmo 88: “Él me invocará: Tú eres mi Padre, mi Dios, mi roca salvadora”
 
Ciertamente, cuántas veces, durante las largas jornadas de trabajo, José habrá elevado su pensamiento a Dios, para invocarlo, para ofrecerle sus fatigas, para implorar luz, ayuda y consuelo.
 
¡Cuántas veces! Pues bien, este hombre que con toda su vida parecía gritar a Dios “Tú eres mi Padre”, obtuvo esta gracia particularísima: el Hijo de Dios en la tierra, lo trató como padre.
 
José invoca a Dios con todo el ardor de su corazón creyente: “Padre mío”, y Jesús, que trabaja a su lado con las herramientas de carpintero, se dirigía a él llamándolo “padre”.
 
Misterio profundo: Cristo, que en cuanto Dios, tenía directamente la experiencia de la Paternidad divina en el seno de la Santísima Trinidad, vivió esta experiencia en cuanto hombre, a través de la persona de José, su padre putativo. Y José, a su vez, ofreció en la casa de Nazaret al niño que crecía a su lado, el apoyo de su equilibrio viril, de su clarividencia, de su valentía, de las dotes propias de todo buen padre, sacándolas de esa fuente suprema, de quien toma nombre  toda paternidad en el cielo y en la tierra.
 
...Él mi invocará: “Tú eres mi Padre”. Como san José, invocad también vosotros con una oración asidua y fervorosa al Padre celestial y también vosotros experimentareis como él, la verdad de las siguientes palabras del salmo: “le mantendré eternamente mi favor y mi alianza con él será estable”.

San Juan Pablo II

sábado, 8 de marzo de 2025

Carta de San Juan Pablo II a las mujeres

Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.
 
Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.
 
Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.
 
Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.
 
Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura.
 
Te doy gracias, mujer… ¡Por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas.
 
San Juan Pablo II - 1995

domingo, 23 de febrero de 2025

San Juan Pablo II nos explica su vocación

 

A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II se ha referido en diversas ocasiones a su vocación como sacerdote, a su designación como obispo y a su elección como Papa, a lo que sintió y pensó en esos momentos. Ofrecemos una selección de textos.
 
Sacerdote
"Después de la muerte de mi padre, ocurrida en febrero de 1941, poco a poco fui tomando conciencia de mi verdadero camino. Yo trabajaba en la fábrica y, en la medida en que lo permitía el terror de la ocupación, cultivaba mi afición a las letras y al arte dramático. Mi vocación sacerdotal tomó cuerpo en medio de todo esto, como un hecho interior de una transparencia indiscutible y absoluta. Al año siguiente, en otoño, sabía que había sido llamado. Veía claramente lo que debía abandonar y el objetivo que debía alcanzar sin volver la vista atrás. Sería sacerdote". ("Del temor a la esperanza", Solviga, 1993, p. 34).
 
"¿Cuál es la historia de mi vocación sacerdotal? La conoce, sobre todo, Dios. En su dimensión más profunda, toda vocación sacerdotal es ‘un gran misterio’, es un don que supera infinitamente al hombre. Cada uno de nosotros sacerdotes lo experimenta claramente durante toda la vida. Ante la grandeza de este don sentimos cuán indignos somos de ello". ("Don y misterio", BAC, 1996, p. 17).
 
"La vocación sacerdotal es un misterio. Es el misterio de un ‘maravilloso intercambio’ –‘admirabile commercium’– entre Dios y el hombre. Este ofrece a Cristo su humanidad para que Él pueda servirse de ella como instrumento de salvación, casi haciendo de este hombre otro sí mismo. Si no se percibe el misterio de este ‘intercambio’, no se logra entender cómo puede suceder que un joven, escuchando la palabra ‘sígueme’, llegue a renunciar a todo por Cristo, en la certeza de que por este camino su personalidad humana se realizará plenamente". ("Don y misterio", p. 90).
 
"En el intervalo de casi cincuenta años de sacerdocio lo que para mí continúa siendo lo más importante y más sagrado es la celebración de la Eucaristía. Domina en mí la conciencia de celebrar en el altar ‘in persona Christi’. Jamás a lo largo de estos años he dejado la celebración del Santísimo Sacrificio. La Santa Misa es, de forma absoluta, el centro de mi vida y de toda mi jornada". (Discurso, 27-10-1995).
 
Obispo
"Al oír las palabras del primado anunciándome la decisión de la Sede Apostólica, dije: ‘Eminencia, soy demasiado joven, acabo de cumplir los treinta y ocho años...’ Pero el primado replicó: ‘Esta es una imperfección de la que pronto se librará. Le ruego que no se oponga a la voluntad del Santo Padre’. Entonces añadí solo una palabra: ‘Acepto’. ‘Pues vamos a comer’, concluyó el Primado (...)
 
"Sucesor de los Apóstoles. (...) Yo –un ‘sucesor’– pensaba con gran humildad en los Apóstoles de Cristo y en aquella larga e ininterrumpida cadena de obispos que, mediante la imposición de las manos, habían transmitido a sus sucesores la participación en la misión apostólica". ("¡Levantaos! ¡Vamos!", Plaza y Janés, 2004, pp. 22 y 26).
 
Papa
"Creo que no fui yo el único sorprendido aquel día por la votación del Cónclave. Pero Dios nos concede los medios para realizar aquello que nos manda y que parece humanamente imposible. Es el secreto de la vocación. Toda vocación cambia nuestros proyectos, al proponernos otro distinto, y asombra ver hasta qué extremo Dios nos ayuda interiormente, cómo nos conecta a una nueva ‘longitud de onda’, cómo nos prepara para entrar en este nuevo proyecto y hacerlo nuestro, viendo en él, simplemente, la voluntad del Padre y acatándola. A pesar de nuestra debilidad y de nuestras opiniones personales.
 
"Al hablarle así, pienso en otras situaciones que he afrontado en mi experiencia pastoral, en esos enfermos incurables condenados a la silla de ruedas o clavados en la cama; personas jóvenes muchas de ellas, conscientes del proceso implacable de su enfermedad, prisioneras de su agonía durante semanas, meses, años. Lo que ellas aceptan, ¿no podría aceptarlo yo también?
 
"Tal vez esta comparación le sorprenda; pero se me ocurrió el día de mi elección y, puesto que quiere usted saber cuáles fueron mis primeros pensamientos, se los digo tal y como me vinieron a la mente". ("¡No tengáis miedo! André Frossard dialoga con Juan Pablo II", Plaza y Janés, 1982, pp. 24-25).
 
© ACIPRENSA

martes, 11 de febrero de 2025

Oración de San Juan pablo II ante la Virgen de Lourdes

¡Ave María, Mujer humilde, bendecida por el Altísimo!
Virgen de la esperanza, profecía de tiempos nuevos,
nosotros nos unimos a tu cántico de alabanza
para celebrar las misericordias del Señor,
para anunciar la venida del Reino
y la plena liberación del hombre.
 
¡Ave María, humilde Sierva del Señor, Gloriosa Madre de Cristo!
Virgen fiel, Morada Santa del Verbo,
enséñanos a perseverar en la escucha de la Palabra,
a ser dóciles a la Voz del Espíritu Santo,
atentos a sus llamados en la intimidad de la conciencia
y a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia.
 
¡Ave María, Mujer del dolor, Madre de los vivientes!
Virgen Esposa ante la Cruz, Eva nueva,
Sed nuestra guía por los caminos del mundo,
enséñanos a vivir y a difundir el Amor de Cristo,
a detenernos contigo ante las innumerables cruces
en las que tu Hijo aún está crucificado.
 
¡Ave María, Mujer de la fe, primera entre los discípulos!
Virgen Madre de la Iglesia, ayúdanos a dar siempre
razón de la esperanza que habita en nosotros,
confiando en la bondad del hombre y en el Amor del Padre.
Enséñanos a construir el mundo desde adentro:
en la profundidad del silencio y de la oración,
en la alegría del amor fraterno,
en la fecundidad insustituible de la Cruz.
 
Santa María, Madre de los creyentes,
Nuestra Señora de Lourdes,
ruega por nosotros.

(Oración pronunciada por San Juan Pablo II en el Santuario de Lourdes)

jueves, 30 de enero de 2025

Don Bosco, padre y maestro de la juventud

El 24 de enero de 1989, el Papa Juan Pablo II, ahora Santo, proclamó a Don Bosco como “Padre y Maestro de la Juventud”, a continuación te compartimos la carta que envió su Santidad al entonces Rector Mayor de la Congregación Salesiana, don Egidio Viganò.
 
Querido Egidio Viganò

Rector Mayor de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco:
 
Está a punto de concluir el año del centenario de la muerte de San Juan Bosco, fundador de esta Sociedad, y mi mente está abierta a muchas memorias y recuerdos de los principales momentos de celebración, que han marcado.
 
Hubo muchas reuniones con los jóvenes alumnos de las escuelas salesianas de todo el mundo; pero es especialmente viva en mi memoria que me hizo la peregrinación a los lugares de su fundador, visitados con la intención y los sentimientos de agradecimiento a Dios, por haber dado a la Iglesia un educador tan distinguido. Ya a principios de este año jubilar, dirigí una carta, para poner de relieve la misión y el carisma particular de Don Bosco y sus hijos espirituales en el arte de la formación de los jóvenes, y también he recomendado a todos los que trabajan con los jóvenes a seguir fielmente los caminos trazados por él, adaptándose a las necesidades y características de nuestro tiempo.
 
Los problemas de la juventud hoy en día, de hecho, confirman la pertinencia actual de los principios del método de enseñanza, ideadas por San Juan Bosco que se centró en la importancia de la prevención en los jóvenes el aumento de las experiencias negativas, la educación positiva con valiosas propuestas y ejemplos de aprovechar la libertad interior a los que están dotados, para establecer con ellos relaciones de auténtica familiaridad, y estimular las capacidades nativas, basada en la razón, la religión y la bondad.
 
Es mi deseo que los frutos de este año conmemorativo duren mucho tiempo tanto en la Sociedad Salesiana como en la Iglesia universal que, en Don Bosco ha reconocido y reconoce un modelo ejemplar de un apóstol de los jóvenes. Por lo tanto, incluso si se acepta el voto de muchos hermanos en el episcopado, a los sacerdotes salesianos y las Hijas de María Auxiliadora, de sus antiguos alumnos y muchos de los fieles, en virtud de lo mencionado, es mi deseo proclamar a San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud, estableciendo que por este título sea honrado e invocado, sobre todo por sus hijos espirituales.
 
Confiando en que mi decisión ayudará a promover cada vez más el culto del santo amado e inspirará a muchos imitadores de su celo como educador, imparto a usted, a sus hermanos ya toda la Familia Salesiana la Bendición Apostólica.
 
Desde el Vaticano, 24 de enero –la memoria de San Francisco de Sales– año 1989, undécimo de mi Pontificado.
 
JUAN PABLO PP. II

domingo, 12 de enero de 2025

El Bautismo de Jesús

Hoy se celebra la fiesta del Bautismo del Señor. Los Evangelios narran que Jesús fue a ver a Juan Bautista, en el río Jordán, y quiso recibir de él el bautismo de penitencia. Inmediatamente después, mientras estaba en oración, «bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: “Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado”» (Lucas 3,21-22).

Es la primera manifestación pública de la identidad mesiánica de Jesús, después de la adoración de los magos. Por este motivo, la liturgia pone en relación el Bautismo y la Epifanía, con un salto cronológico de unos treinta años: el Niño, al que adoraron los magos como rey mesiánico, es consagrado hoy por el Padre en el Espíritu Santo.

En el bautismo del Jordán ya se perfila claramente el «estilo» mesiánico de Jesús: él viene como «Cordero de Dios» para cargar sobre él y quitar el pecado del mundo (Cfr. Juan 1, 29. 36). Así lo presenta el Bautista a los discípulos (Cfr. Juan 1, 36). Del mismo modo, nosotros, que en Navidad hemos celebrado el gran acontecimiento de la Encarnación, estamos invitados a mantener fija la mirada en Jesús, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre.

María Santísima es maestra insuperable de contemplación. Si tuvo que sufrir humanamente al ver cómo Jesús dejaba Nazaret, de su manifestación recibió nueva luz y fuerza para la peregrinación de la fe. El Bautismo de Cristo constituye el primer misterio de la luz para María y para toda la Iglesia. ¡Que ilumine el camino de todo cristiano!

San Juan Pablo II
11 de enero 2004